La obesidad es el resultado de interacciones entre los genes y el ambiente.  Actualmente vivimos en un medio ‘obesogénico’, que promueve la comercialización y la provisión de comidas hipercalóricas y los hábitos de vida sedentarios y genera así riesgo de obesidad. 
El medio obesogénico puede aumentar las ansias de comer en individuos con sobrepeso, en especial aquellos que refieren ser impulsivos, lo que aumenta el riesgo de una alimentación poco saludable.

El consumo individual ilimitado de alimentos ricos en grasas y carbohidratos hace que los controles metabólicos no funcionen adecuadamente.
El consumo compulsivo de estos alimentos conduce fácilmente a que el circuito de recompensa se vuelva un ciclo adictivo, debido a que activa frecuentemente descargas de dopamina (estimulante del placer) en el cerebro. Esto nos lleva a un consumo de carbohidratos y grasas más allá de la necesidad metabólica, por lo que los circuitos reguladores aumentan la secreción de insulina, que a la larga reducirá su sensibilidad en muchos tejidos del cuerpo (resistencia a la insulina).
Este proceso nos conduce finalmente a la diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedad cardiovascular, por lo que debemos buscar estrategias para evitar o retardar la aparición de estos graves problemas de salud.